Académica de Filosofía UC se adjudicó un proyecto Fondecyt con investigación sobre el sentimentalismo moral de Adam Smith y David Hume

8 de Marzo 2021

María Alejandra Carrasco, profesora titular de la Facultad de Filosofía, se adjudicó el proyecto Fondecyt 1210179 (2021-2024), titulado “Continuidad en la teoría de las pasiones y discontinuidad en la moral. Una importante y desatendida distinción para comprender las diferencias entre los sentimentalismos morales de Adam Smith y David Hume”. Con este proyecto la académica profundizará […]

María Alejandra Carrasco, profesora titular de la Facultad de Filosofía, se adjudicó el proyecto Fondecyt 1210179 (2021-2024), titulado “Continuidad en la teoría de las pasiones y discontinuidad en la moral. Una importante y desatendida distinción para comprender las diferencias entre los sentimentalismos morales de Adam Smith y David Hume”. Con este proyecto la académica profundizará en una de sus líneas de investigación más importantes, y para la que ha ganado ocho Fondecyt desde el 2004.

Aunque popularmente se identifica a Adam Smith como economista por el libro La Riqueza de las Naciones (WN), durante su vida se le conocía como filósofo moral y su obra más preciada era la Teoría de los Sentimientos Morales (TSM; 1759). Sin embargo, por esas ironías de la historia, al poco tiempo de morir la Riqueza de las Naciones eclipsó a la TSM, y la ética de Smith se empezó a asimilar, sin siquiera ser estudiada, a la de su amigo, contemporáneo y también sentimentalista de la Ilustración Escocesa David Hume. Así pasaron casi 200 años, y recién a fines del siglo pasado la TSM fue redescubierta y se ha empezado a estudiar con gran interés en los principales centros de pensamiento del mundo.

La fascinación que está causando este filósofo se debe, por una parte, a la gran actualidad de su teoría moral; y por otra, a la reinterpretación que se vuelve necesario hacer de su teoría económica cuando se la lee a la luz de la TSM. En efecto, el supuesto “capitalismo salvaje, mercado desenfrenado y cruel, el egoísmo como motivación humana primaria y el individualismo, que muchos pensaban promovía la WN, carece de todo sustento cuando se lee desde la TSM. Si la teoría moral que sostiene, justifica y da sentido a la teoría económica que propone Smith es la de la “imparcialidad simpatética” (imparcialidad sí, pero empatizando con el otro y tratándolo siempre como un igual), el estado tiene el deber de velar para que todos en la sociedad tengan acceso a una vida digna (alimento, vivienda, educación…).

En relación con la teoría moral propiamente, la TSM tiene varios elementos que la hacen sumamente atractiva para la mentalidad contemporánea. En primer lugar, a diferencia de los conocidos paradigmas modernos (utilitarismo, deontología), Smith no propone una ética “de principios”, de reglas justificadas apriorísticamente que se deben aplicar a la realidad. Más bien, tal como las éticas de virtudes, la justificación moral es “de abajo hacia arriba”, pues la deliberación y la construcción del juicio comienza siempre desde la experiencia, desde “mi experiencia”, incluso desde “los sentimientos que esta situación a mí me está provocando”. Esos sentimientos reactivos – lo que en su famoso ensayo P. F. Strawson llama “actitudes reactivas”, en pleno siglo XX – son los que Smith en el siglo XVIII ya había identificado como la “materia prima de la moral”. También, adelantándose a su tiempo, desarrolló una detallada fenomenología de la “simpatía” (que hoy llamaríamos “empatía” pero entonces no existía el término), y la convirtió en el vehículo de la moral. Finalmente, ideó el llamado “espectador imparcial dentro de uno mismo”, que representa el punto de vista desde el que se realiza el juicio, la conciencia, el elemento que da el salto hacia una normatividad universal que surge desde nuestra psicología pero que no se reduce a ella.

Estos son algunos de los elementos que caracterizan la teoría moral de Adam Smith, y que difieren ampliamente de los de David Hume, a pesar de que los términos en muchos casos coinciden (Hume también habla y da un lugar importante a una “simpatía”; habla del “punto de vista de un observador”; habla de “imparcialidad”, etc.). En general, en sus Fondecyt anteriores, la profesora Carrasco estudió muchas de estas diferencias, como se puede ver en sus abundantes publicaciones y presentaciones en congresos. Sin embargo, esta vez abordará un tema diferente y de gran potencial para vincularse con la la psicología moral contemporánea. Comenzará mostrando que Adam Smith asume, aparentemente sin mayores modificaciones, la teoría de las pasiones de Hume, tal como este la desarrolla en la segunda parte del Tratado de la Naturaleza Humana. Por otro lado, como bien saben los expertos en Hume, este autor funda su sentimentalismo moral precisamente en esa comprensión de la dinámica de las pasiones (es decir, el libro III del Tratado de la Naturaleza Humana deriva del I y del II). Pero si Smith también funda su sentimentalismo moral en exactamente la misma teoría de las pasiones, ¿cómo es posible que sus éticas terminen siendo tan diferentes? Y si extrapolamos la pregunta, desvinculándola de estos autores paradigmáticos, ¿cuáles son los aspectos que definen un sentimentalismo moral o qué tipo de éticas caben bajo esta denominación?

En una época en que se da tanta importancia a la afectividad, las éticas solo racionalistas han dejado de ser plausibles. El sentimentalismo es una alternativa. Para muchos, sin embargo, ello es sinónimo de relativismo, irracionalidad, particularismo, falta de justificación. El estudio de los ilustrados escoceses podrá mostrar en qué medida es así, o en qué medida y de qué forma los sentimientos pueden integrar, e incluso fundar los juicios morales, sin por ello deslizarse hacia el relativismo o la irracionalidad.