Cómo honrar a los muertos de la pandemia

16 de Mayo 2021

Son más de 30 mil las personas fallecidas en Chile debido al covid-19. Las restricciones sanitarias han dificultado los ritos mortuorios. Desde el año pasado hay voces que piden hacer algún acto colectivo que dé sentido a una crisis sanitaria y social, que es común, pero que a veces se vive en soledad. La filósofa Diana Aurenque, sus colegas Eduardo Fermandois y Daniel Loewe, y el teólogo Osvaldo Fernández de Castro, reflexionan sobre el asunto.

Imagen: Francisco Javier Olea

El 21 de marzo del año pasado, a las 2:16 de la tarde, el entonces ministro de Salud, Jaime Mañalich, escribió en su cuenta de Twitter: “Tenemos que lamentar el primer fallecido en Chile por covid-19. Mujer de 83 años, postrada, en la que se optó por un manejo compasivo”.

Poco más de un año después, en abril, Chile superó las 32 mil muertes asociadas al covid-19 (27 mil confirmadas), según los datos del Departamento de Estadísticas e Información de Salud. Debido a los protocolos y restricciones sanitarias muchos no pudieron despedir a sus seres queridos.

Hace un mes, el médico intensivista Glenn Hernández, dijo en The Clinic: “Pero este país tampoco les ha rendido homenaje a sus muertos.
Me gustaría haber visto al Congreso pleno pidiendo un minuto de silencio por todos los que han fallecido”.

También hace un mes, Adriana Valdés, directora de la Academia Chilena de la Lengua, escribió en “El Mercurio”: “Muchísimos se han ido sin palabras, sin una mano, sin despedidas”.

Despedidas difíciles

“Ha habido despedidas difíciles”, dice Osvaldo Fernández de Castro, sacerdote y teólogo de la Universidad Católica. “Me tocó un funeral en el piso menos tres de la Clínica Alemana, en el estacionamiento, entremedio de los autos. Tuvimos que hacer ahí el responso de un difunto, que partía a Curicó; no había posibilidad de hacerlo en otra parte, porque era covid-19”, recuerda. “Hay una experiencia personal, de quienes van perdiendo a sus seres queridos, y ese es un dolor íntimo o al interior de las familias. Pero hay un dolor de la sociedad entera, que yo creo que requiere cierta sanación, cierto proceso espiritual”.

En el mundo se han hecho actos. En abril, el presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, y la Canciller Angela Merkel asistieron a un acto en la Iglesia de la Memoria de Berlín. En Madrid, en octubre de 2020, se guardó un minuto de silencio, se hicieron ofrendas florales y musicales, y en el edificio del gobierno regional se descubrió una placa en homenaje a las víctimas. En mayo del año pasado el diario O Globo le dedicó su portada y páginas interiores a los entonces 10 mil muertos por covid-19 en Brasil. Lo mismo hizo The New York Times cuando los fallecidos llegaron a 100 mil en Estados Unidos.

En Chile, el 1 de abril la Cámara de Diputados aprobó que se declare el 21 de marzo decada año como el Día Nacional de conmemoración de las personas fallecidas producto de la pandemia de covid-19; el proyecto está en el Senado a la espera de que se discuta. En la cámara alta, el 4 de abril, se hizo un minuto de silencio.

En Alemania y España las autoridades han realizado conmemoraciones oficiales.

Ha habido iniciativas particulares: en junio de 2020, la Fundación Rectángulos de Agua invitó, bajo el nombre Ofrendas para un adiós, a honrar a los difuntos construyendo coronas con materiales caseros. Proyecto Mokita llamó a hacer un minuto de silencio cuando se cumplieron 4 meses de la primera muerte. Y la periodista Alejandra Matus lidera, a través de su sitio web, el Proyecto Obituario, que recoge breves notas fúnebres.

A pesar de todo, a Fernández de Castro le parece importante decir que los enfermos no han muerto solos. A él le ha tocado estar en hospitales: “Cuando uno entra están las enfermeras, con unos ojos grandes, medio llorosos, emocionadas. Ellas han estado acompañando a nuestros enfermos”, dice, “Sin conocerlos, en nombre de mucha gente que quisiera estar y que no puede. Eso hay que agradecerlo como sociedad”.

Ritos políticos

La filósofa Diana Aurenque, directora del Departamento de Filosofía de la Universidad de Santiago, entiende el imperativo sanitario que obliga a tener recaudos. “Sin embargo, los deudos quedan tremendamente afectados y con una sensación de que esto que los marca profundamente no tiene un espacio en el mundo social”. Por eso cree que son necesarios actos públicos como los de Madrid o Alemania: “Son actos republicanos muy importantes, porque contribuyen a darle un sentido colectivo a la pérdida”.

La pandemia ha puesto la vida de todos entre paréntesis, dice Aurenque, pero bajo esa experiencia común hay realidades particulares “y las personas tienen una sensación, probablemente justificada, de estar muy solos”. Están, por supuesto, las muertes, pero también el miedo a las secuelas de la enfermedad, las pérdidas de trabajo, los padres que están con sus hijos en casa, aquellos que de todos modos deben salir a trabajar preocupados de no contagiarse: “Están pasando muchas cosas que no es tán dialogando entre sí, y que se están volviendo un problema político adicional, que muestran nuevas vulnerabilidades. Faltan espacios comunes de reconocimiento”, cree.

Eduardo Fermandois, profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad Católica, cree que, “bien realizado”, un rito mortuorio colectivo es hoy “un deber como sociedad frente a los muertos y sus familiares”. “Velorios y funerales, religiosos o no, encauzan, a la vez que contienen, el dolor provocado por toda pérdida”. “Pero a eso se agrega la especificidad de aquella muerte que llega con desastres como el actual. El trauma impide a veces iniciar siquiera el duelo y las personas pueden sentirse en “una maraña de duelo y trauma”, dice, citando a la psiquiatra Elisabeth Kúbler-Ross.

Fermandois cree que, aunque el consuelo será siempre limitado, una ceremonia colectiva es importante, aunque no cualquiera: “No me la imagino sin palabras. Encender una vela es un potente gesto simbólico, pero aquí se quedaría corto. Imagino el testimonio hablado de personas comunes y corrientes que han perdido seres queridos y que quizá quieran expresar también su frustración”.

También es crucial, apunta Fermandois, “evitar unacto que se preste para ocultar las responsabilidades de una mala gestión sanitaria”, centrada en los intereses económicos, dice: “¿Cómo olvidarlo, si el duelo constituye por definición un acto de memoria? En una conmovedora columna, Giuseppe Caputo describe los “duelos en suspenso’ de los que estamos siendo testigos. Ellos nos recuerdan, asu vez, los duelos nunca cerrados de la dictadura. Una vez más, la pandemia, ese implacable líquido de contraste, resalta lo que siempre ha estado ahí”.

Aurenque también apunta al cultivo de la memoria y cree que, de hacerse algo, es importante “darle materialidad al recuerdo”. ‘Conmemorar a los fallecidos tiene dos aristas, explica; “Por un lado, la arista política de reconocer que el dolor privado tiene una cabida en el mundo público oficial, digamos. Y, por otro lado, contribuye a un ejercicio que en este país se hace poco, que es el cultivo de la memoria”.

En Chile, la Fundación Rectángulos de Agua y Proyecto Mokita han propuesto iniciativas.

“Si la memoria no tiene algo material, no existe”, afirma Aurenque. “Los monumentos que tenemos han sido cuestionados; bueno, un monumento, algo que congregue a los chilenos y chilenas en torno a los fallecidos por covid-19, yo creo, no sería tan cuestionado”.

Pandemia institucional

El filósofo Daniel Loewe, autor de “Ética y coronavirus” (FCE) y profesor de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez, dice que hay que diferenciar entre las dimensiones personales y colectivas de las muertes: “Cuando una persona cercana muere, dado el papel de esa persona en nuestra vida, muere simultáneamente algo de nosotros mismos. El trabajo de duelo es así, entre otras cosas, un proceso emocional, pero también un proceso de ajuste al nuevo mundo que se abre después de la muerte, un mundo muchas veces triste y desolador”.

“Los ritos, del tipo que sean, ayudan en este proceso, tal como los acompañamientos. No poder realizarlos muchas veces tiene efectos desestabilizantes que se pueden extender por mucho tiempo, incluso toda la vida. Aquí es necesario acompañamiento psicológico en los casos que sea requerido”, agrega Loewe. “Sabemos que la salud tal de las personas ha sido tremendamente afectada por las medidas restrictivas de las libertades, consecuencia ala que muchas veces no se atiende. Esto no puede ser”.

Si bien puede haber relaciones entre el duelo personal y el colectivo, el segundo no reemplaza al primero, afirma: “Ciertamente tiene un efecto simbólico importante. Pero mi apuesta sería que, además de simbólica mento, se consideren modos más concretos de realizar esta afirmación pública; por ejemplo, medidas concretas que mejoren sustancialmente el acceso a la atención de salud efectiva y oportuna de las personas”

Loewe recuerda que, sin pandemia, en 2018, “se estima que murieron en Chile cerca de 26 mil personas en listas de espera entre atenciones Auge y no Auge. ¿Qué mejor modo de hacer una afirmación pública acerca del horror de la pandemia en la vida que avanzar de modo sustantivo como sociedad para garantizar que todos aquellos que requieran atención médica la reciban de modo oportuno?”. “Sería un modo de encarar productivamente el horror de la pandemia, el evitar la pandemia institucional permanente que año a año deja tantos muertos como la del coronavirus; muertos que ni siquiera notamos porque no tienen presencia en el imaginario público”.

Para Osvaldo Fernández de Castro, como para el resto de los entrevistados, es tiempo de hablar de la muerte, de los enfermos. Y de la sociedad en la que queremos vivir: “Todas las crisis que estamos viviendo, y la sanitaria dentro de ellas, nos hacen pensar en cómo nos estamos relacionando. Hemos peleado por la libertad, y por la igualdad, pero sin la fraternidad la vida en sociedad no funciona. Aquí hay un tema pendiente y ojalá sea de los grandes aprendizajes de este tiempo”.


Imagino el testimonio hablado de personas comunes y corrientes que han perdido seres queridos y que quizá quieran expresar también su frustración”. EDUARDO FERMANDOIS.

Hay un dolor íntimo o al interior de las familias. Pero hay un dolor de la sociedad entera, que yo creo que requiere cierta sanación, cierto proceso espiritual”. OSVALDO FERNÁNDEZ DE CASTRO.

Son actos republicanos muy importantes, porque contribuyen a darle un sentido colectivo a la pérdida”. DIANA AURENQUE..

No poder realizar los ritos muchas veces tiene efectos desestabilizantes (.. ). Aquí es necesario acompañamiento psicológico en los casos que sea requerido”. DANIEL LOEWE,

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Información periodística: Juan Rodríguez M.