A los 92 años fallece el destacado filósofo y escritor Roberto Torretti
Torretti tuvo un rol fundamental en el desarrollo del pensamiento chileno del siglo XX, lo cual lo llevó a ganar en 2011 el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales junto a su esposa, la también filósofa, Carla Cordua.
Pablo Acuña, académico del Instituto de Filosofía UC, conoció personalmente al Prof. Torretti mientras realizaba su tesis doctoral. Aquí comparte algunas reflexiones sobre su trabajo y nos acerca a la persona tras el filósofo.
Imagen: Revista Átomo
Más de seis décadas dedicados a la investigación y la academia llevaron a Roberto Torretti a convertirse en uno de los principales referentes de la filosofía de las ciencias en Chile. El autor de más de doscientas publicaciones falleció la semana pasada dejando un vasto legado.
Pablo Acuña, académico del Instituto de Filosofía UC, explica que “La obra de don Roberto es tan extensa y temáticamente amplia que es difícil hablar de un legado principal. Ahora bien, destaco dos líneas en su trabajo sobre las que no tengo ninguna duda de que tendrán una relevancia perenne en el estudio de la filosofía”.
En primer lugar, el académico destaca el libro “Manuel Kant: estudio sobre los fundamentos de la filosofía crítica (1967)”, el cual “es un estudio monumental y de enorme profundidad sobre el idealismo trascendental. Esta obra es ya un clásico y parte del canon obligado en la literatura sobre Kant, y no me cabe ninguna duda de que seguirá siéndolo mientras haya interés en estudiar a este gran pensador alemán. Menos conocidos son sus artículos sobre la filosofía de la geometría de Kant, pero que son también trabajos de alto vuelo y gran profundidad que cualquier interesado o interesada en este tema debe conocer”, enfatizó.
Otro de los principales aportes de la obra de Torretti se centra en el ámbito de la filosofía de las ciencias y la historia de las ideas. Gran parte de ellas están enfocadas en la física y las matemáticas. En el campo de la filosofía de las ciencias, en particular, Roberto Torretti, es considerado uno de los más importantes expertos de esta disciplina en lengua hispana.
“El estudio de la filosofía teórica de Kant (especialmente su filosofía de la geometría) llevó a don Roberto a preocuparse sobre cuestiones relativas al desarrollo y fundamentos de la geometría en el siglo XIX, y también sobre física contemporánea, especialmente respecto de la teoría de la relatividad de Albert Einstein”, comenta Acuña.
Dentro de sus publicaciones en torno al espacio-tiempo y la filosofía de la geometría, destacan sus libros: Philosophy of Geometry from Riemann to Poincaré (1978), Relativity and geometry (1983) y El Paraíso de Cantor (1998).
Respecto al primero de estos, el Prof. Acuña explica que: “Su libro Philosophy of Geometry from Riemann to Poincaré (mi favorito personal de sus trabajos), publicado en 1978, es un estudio histórico, conceptual y técnico de la revolución en geometría impulsada por matemáticos gigantes como Carl Gauss, Bernhard Riemann, Felix Klein, David Hilbert y Henri Poincaré. Ahora, así como el estudio de la filosofía de la geometría en Kant llevó naturalmente a don Roberto a preocuparse del desarrollo posterior de esta disciplina, la revolución geométrica del siglo XIX lo llevó a su vez naturalmente a interesarse por la teoría de la relatividad de Einstein, teoría cuya formulación descansa de manera crucial sobre la revolución geométrica del siglo XIX”.
Luego, sobre Relativity and geometry (1983), agrega que: “es otra obra monumental sobre la historia, fundamentos conceptuales y fundamentos matemáticos de la teoría de la relatividad. Esta obra es tal vez la cumbre del trabajo de Roberto, y la que lo llevó a ocupar el lugar que ocupa en el panteón de la filosofía de la física a nivel mundial. Relativity and Geometry es realmente un libro impresionante: de enorme erudición histórica, de una precisión y rigor matemático extraordinario, y de gran profundidad filosófica. No es accidente que aún hoy siga siendo una obra tremendamente influyente en filosofía de la física. Lamentablemente, esta línea de su obra es mucho menos conocida y estudiada en la comunidad académica chilena que su trabajo sobre Kant, al contrario de lo que ocurre en la comunidad internacional”.
Su trabajo y pensamiento
Consultado acerca de cómo podría definir el trabajo y el pensamiento de Roberto Torretti, Pablo Acuña, dice que: “Es difícil responder sin referir a jerga especializada y un marco filosófico preciso. Sin embargo, a grandes rasgos (y al menos en lo que respecta a sus ideas sobre filosofía de las ciencias), don Roberto siempre puso especial atención al rol de la creatividad intelectual en la construcción (“invención” más que “construcción” diría él, seguramente) del conocimiento humano. Esto a su vez implica una concepción de la ciencia (y del conocimiento en general) como una actividad esencialmente humana, y por ello histórica. Don Roberto se oponía tajantemente a cualquier concepción inmanente de la ciencia que descansara en algún nivel sobre una perspectiva epistemológica absoluta (como un “ojo de Dios”). En la jerga filosófica esto lo ponía en el campo de los pensadores “antirrealistas” en filosofía de las ciencias. Ahora bien, esto no quiere decir que don Roberto concibiera el conocimiento científico como una mera construcción social cuyos fundamentos responden nada más que a factores sociológicos o culturales (como se propuso en décadas recientes en algunos bandos en sociología de las ciencias y en filosofía posmoderna). Al contrario, si hay alguien que defiende la concepción científica del mundo (al menos en lo que respecta al conocimiento de cómo funciona la naturaleza), ese fue don Roberto”.
Torretti estudió pedagogía en filosofía en el Instituto pedagógico de la Universidad de Chile. Posteriormente, se licenció en Derecho en la misma casa de estudios. En 1954, recibió el grado de doctor en Filosofía de la Universidad de Freiburg, especializándose en filosofía, psicología e historia del arte.
Ejerció la docencia y la investigación en diversas universidades chilenas y extranjeras: La Universidad de Chile, Universidad de Concepción, la Universidad de Puerto Rico y la Universidad Diego Portales. En estas dos últimas, fue profesor Emérito.
En 2011 recibió el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales junto a su esposa, la Dra. Carla Cordua, dado que “el nivel de excelencia alcanzado por cada uno no habría sido similar sin el diálogo y la colaboración intelectual que han sostenido por décadas“.
La ciencia y la filosofía
Sobre el cruce de saberes en el trabajo de Torretti, Acuña explica que: “Don Roberto fue una prueba viviente de que el cisma hoy imperante entre las humanidades y las ciencias “duras” es nada más que un lamentable artificio contingente (y que sí responde a cuestiones meramente sociológicas). La distinción entre científicos por un lado y filósofos por otro, le habría sido incomprensible tanto a Newton como a Kant. Ese cisma para don Roberto no significaba nada, y por muy buenas razones. Espero contribuir a extender su legado y seguir intentando borrar esa frontera ilusoria. Ahora bien, don Roberto también es ejemplo de que, para cruzar esa frontera desde el lado de la filosofía, es necesario estudiar ciencia y matemática con rigor y sistematicidad; y, por otra parte, mostró que para cruzarla desde el lado de las ciencias se requiere rigor en el estudio de los fundamentos conceptuales y la historia del conocimiento humano”.
Torretti en primera persona
Para contar cómo conoció a Roberto Torretti, Pablo Acuña, debió retroceder a sus años de estudiante de Licenciatura en Filosofía en nuestro Instituto, ya que el primer contacto personal con el filósofo fue en la inauguración del edificio del Instituto de Filosofía UC, por el año 2007.
“Él fue invitado a la ceremonia, y yo como estudiante recientemente graduado de Licenciatura en Filosofía, me acerqué tímida y nerviosamente a agradecerle por su libro sobre Kant que fue crucial en la escritura de mi tesis. Fue muy amable y cálido”, recuerda.
El segundo acercamiento ocurrió cuando Acuña cursaba su posgrado en Holanda el año 2011, “empecé a escribir una tesis sobre la historia y fundamentos de la teoría de la relatividad. Lo contacté por correo para contarle que estaba trabajando sobre un tema que era de interés mutuo, y empezamos un largo y sostenido intercambio de correos electrónicos al respecto. Don Roberto fue una suerte de co-tutor informal de mi investigación doctoral”, cuenta.
De regreso en Chile, el año 2014, Acuña empezó a visitar a Torretti con cierta regularidad en su casa. “Atesoro profundamente las conversaciones que tuvimos a partir de entonces (sobre ciencias, filosofía, política, y cuestiones mucho más mundanas también), y la oportunidad de conocer al Roberto Torretti de carne y hueso ahora a nivel de una amistad personal. Junto con eso, don Roberto tuvo siempre la generosidad de leer y comentar mis trabajos en filosofía de la física y temas afines (sus citas favorables a algunos de mis trabajos están entre mis trofeos académicos más preciados). En algún momento planeamos escribir un artículo en colaboración sobre las bases conceptuales de la relatividad general, pero lamentablemente quedó en el baúl de las ideas a desarrollar. Espero retomar eso eventualmente y dedicárselo a su memoria. Le agradezco también eternamente todo el apoyo que me brindó en el impulso de mi carrera profesional. Me consta que sus cartas de recomendación fueron siempre de gran relevancia en todas las instancias a las que postulé (plazas académicas, grants, etc.)”, reconoce.
Un poco de su persona
“No era una persona fácil. Roberto era más bien hosco y huraño, al menos esa impresión daba, y era también tremendamente directo al momento de hacer críticas filosóficas”, confiesa Acuña.
– De hecho, “él mismo se describía a sí mismo como un hombre de corazón duro”, insiste.
Continua: “Sumado eso al monumental conocimiento que poseía, era sumamente intimidante. Sin embargo, doy fe que no había ninguna malicia ni mezquindad detrás de todo eso, al contrario. Si bien a mí también me intimidó mucho de entrada (y esa sensación nunca desapareció del todo, ¡especialmente cuando tenía críticas a mi trabajo!) fue también tremendamente cálido y generoso en su trato conmigo. Por otra parte, recuerdo vívidamente la ternura con que me hablaba de su gato Polo y de su vida con su esposa Carla Cordua. Además, era de una gran sensibilidad artística: fanático y gran conocedor de las artes visuales, de la música clásica y de la literatura (compartíamos fervor por la obra de Lewis Carroll). Ciertamente había un hombre sensible y de muy buen corazón detrás de ese muro exterior aparentemente infranqueable”.
“La oportunidad de haber aprendido tanto de don Roberto, además del privilegio de su amistad personal, son dos cosas que valoro profundamente—no solo como académico, sino como ser humano. Es muy doloroso escribir estas líneas por motivo de su fallecimiento, pero me alegro profundamente de que nuestras cosmolíneas en el espaciotiempo hayan coincidido en varios eventos. Lo extrañaré muchísimo”, concluye.